segunda-feira, 10 de novembro de 2008

Una contradicción de Bécquer

Sin necesidad de reglar, la tradición ha estipulado que en la imprevisible hagiografía de la seducción se deben ofrendar tres cosas a una dama: flores, chocolate y poesía. Si al candidato se le ha negado el ingenio de los sustantivos, se espera que se auxilie de algún verso venerado. Todo Tristán aspira, a sabiendas o ignorándolo, a ser el Neruda de los 20 poemas o a ser el Bécquer de las Rimas. Bécquer es el compendio del poeta intimista, el poeta idóneo para dedicatorias y epígrafes. Es un poeta que traba amistades sin mediar esfuerzos. Prueba de ello es la manera como perdonamos y hasta justificamos sus evidentes distracciones. Nadie ignora que la pupila no puede ser azul, pero conviene que así sea. Hay una declaración de Bécquer que parece ser del gusto del nostálgico lector: No digáis que acabado su tesoro / de asuntos falta enmudeció la lira / podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía. Es la idea que defiende Gorostiza: la poesía tiene una existencia propia, exterior al hombre.
Nada más adecuado al ensueño que suponer que la belleza es eterna y ajena. Bécquer parecía adherir a esta convicción, pero, a propósito de un arpa, se permitió decir: Ay, pensé, cuántas veces el genio, / así duerme en el fondo del alma, y una voz como Lázaro espera/ que le diga "Lévántate y anda". Ahora la belleza, escondida en un instrumento, necesita del concurso humano.
Hay un verso de Neruda que invalida aquella primera aspiración: Y la muerte del pueblo fue como siempre / ha sido: / como si no muriera nadie, nada/ como si fueran piedras que caen sobre la tierra/ o agua sobre el agua. Neruda percibe belleza en dos hechos burdos. No sé si hasta entonces alguien había presentido poesía en la caída de una piedra. Lo cierto es que, una vez conocidos estos versos, la percepción del evento pasa a ser una percepción educada.
Berkeley entendió que los hechos de la realidad no existen desligados de la experiencia humana. A pesar de la contradicción delatada, los eventos de las Rimas quieren preexistir. Yo añadiría que no son los eventos los que amonedan la poesía y sí la mera posibilidad de que así sea. Cuando adviene la melancolía que permite asociar arbitrariamente los integrantes de la realidad, conviene que esta se suspenda. Nadie es un buen poeta sin ser irresponsable.