Mi desconcierto linda con el espasmo. Un eminente científico que atiende al nombre de Abel Calle nos ha revelado uno de los mayores portentos de nuestra era: la fotografía del vuelo de un ángel. Abel Calle es experto en teledetección a través de satélites. En cierta ocasión fotografió una región situada al sur de Canarias. Donde el ojo escéptico y mal intencionado solo atina a distinguir nubarrones, la aplicación de Calle detecta nada más y nada menos que la estela dejada por un ángel. Era la evidencia científica que quita a los ángeles para siempre del ignominioso redil de la mitología. "La humanidad ha perdido el tiempo en encontrar soluciones a cosas tan absurdas y carentes de sentido como la ciencia, el arte, el estado del medio ambiente, la capa de ozono y el misterio de la santísima trinidad, cuando se debería haber invertido todo ese tiempo y amalgama de conocimientos en averiguar más detalles de esos seres tan desconocidos: los ángeles" son palabras suyas. Cualquier persona medianamente instruida debería reconocer que buscar una vacuna contra el sida, interpretar una película de Pasolini, o crear políticas racionales de preservación ambiental son meras fruslerías. Otras son las prioridades: el olor de los Tronos, la lengua de los Arcángeles, la estatura promedio de los Principados o el color de los ojos de Serafines y Querubines.
Ahora no puedo mirar al cielo sin sospechar que los nimbos tal vez fueron producidos por el tránsito de una entidad piadosa. Debo vencer el miedo y consagrar una confesión. Ayer vi un rastro blanco en el cielo. Siguiendo el consejo de Abel Calle desestimé que fuera la huella de un bimotor, y fui más allá: vi, lo aseguro, un rastro heredado de los pies de Mercurio. Sé que me expongo a que me tilden de pagano, pero la verdad siempre debe imponerse.
segunda-feira, 24 de março de 2008
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