quinta-feira, 19 de junho de 2008

Antonio Salieri y Anna Holtz

La Ficción y la Historia abrazan espacios contrarios. Eso es al menos lo que gustamos de pregonar. Pero hay evidencias que tornan este axioma en un simple acto de fe. Pongo por caso la imagen que hemos heredado de Antonio Salieri desde que se divulgó en 1985 la película "Amadeus". En redundantes ocasiones oí comentarios que advertían de su aparato ficcional, que no histórico. Su núcleo era pues la relación asaz tormentosa entre un genio y un hombre mediano. Respetada esta salvedad, podríamos entonces recluir a Salieri y a Mozart en el ámbito de la pura ficción y no arrostrar la licitación histórica. Pero esto no converge en lo que asiente nuestro imaginario. Ahora no sospechamos, sino que creemos saber que Antonio Salieri fue un hombre rasgado por la envidia, el celo y la intriga. Peter Shaffer prodiga ocasiones para publicar la molicie creativa del compositor. Poco importa que la Historia nos confiese que Salieri entabló relaciones corteses con Mozart y que fue un músico de talento. Nuestra mitología ya lo ha asentado en un puesto que desmerecía.
Precedida por la poderosa férula de esta película, la directora Agniezka Holland urde una trama sobre Beethoven. Lo vemos en su intimidad, despojado del inevitable arreglo divino que le cabe. El lugar de Salieri lo usurpa aquí un personaje llamado Anna Holtz, que anhela ser música y que logra enseñar su trabajo al maestro aprovechando su privilegio de copista. Pero Beethoven, en vez de celebrar la Fuga de la joven, se mofa con extrema vulgaridad de su iniciativa. Aquí convergen los dos filmes.
Como Salieri, Anna Holtz increpa a un crucifijo e inquiere por qué se le ha concedido el deseo y se le ha negado el don. Holland podría haber insistido en la medianía de Holtz pues esta no es más que un ente de ficción. No habría intervenido en nuestra apreciación de la Historia, más aun porque luego sabemos que Holtz sí amoneda un talento que debe depurar.
(Ante la interrogante que he citado sobre dios, el ateo posee una parsimonia que el creyente no puede blandir. En un sistema que contempla al Cielo es arduo entender por qué se confiere el anhelo y se refuta el talento; en uno que prescinda de él, la contestación no admite arcanos).
Anna Holtz fue inventada, y hubo miseración con su fábula. El recuerdo que portamos de Salieri aguarda una conveniente fe de errata.

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