Sortijas y miel. Cecilia. Ha rodeado otra vez al sol y ha inaugurado el agua clara que usa para jugar. El viento, una mariposa, una tarde de césped la demoran y ella cree que el mundo es suyo, que son suyas las horas porque acaba de nacer a cada día. Ella ve la paz de la mesa y anima una palabra que a lo lejos suena con un par de ojos robados a la noche. Todo cuanto mira renace. Su voz está repleta de campanas. Mi mano se pierde en su piel acanelada, en su gesto ansioso que hace nuevo lo que ya no es nuevo.
Yo no entiendo este mundo sin ti, Cecilia.
quinta-feira, 19 de junho de 2008
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