Llegué a 'El Código da Vinci' antecedido por la omnipotente publicidad que se encargó de transformarlo en un best-seller mundial. Lo leí sin desagrado. El libro fue premeditado para gustar: capítulos cortos, suspenso continuo, ficción visual, enredo controverso. En más de un momento, lo confieso, me sorprendí con algún comentario, pero nada más. Este libro conoció, creo como ningún otro, una nutrida cohorte de textos que pretendían dilucidarlo. Al tiempo, surgieron DVDs, documentales, simposios, charlas, conferencias, y una esperada película que aún no he visto. Ese frenesí, como todo el frenesí programado en una sociedad de consumo, ha mermado, y creo que mermará hasta su total extinción. El libro de Brown es un libro olvidable. Gusta de polemizar, de zaherir. El libro de Kazantzakis no conoció la misma repercusión. Sé que son pocos los que han explorado sus páginas (de la controversia se encargó una película que el decoro de las autoridades chilenas se opuso por quince años a exhibir).
Mucha gente discutió sobre María Magdalena, Jesús, el Opus Dei, el Vaticano, Da Vinci, los Templarios, y llegaron a creer que Brown había urdido un documento. Olvidaron que Brown no pasa de un autor forjado para vender, y que todo escritor tiene la prebenda de escribir sobre lo que se le antoje.
Don Quijote supuso, o quiso suponer, que las hazañas de sus amados libros eran justas y verdaderas. Quien le atribuye a 'El Código da Vinci' una potestad superior al de la mera ficción entabla irremediablemente una lectura aquijotada.
sábado, 3 de maio de 2008
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Um comentário:
Todavia no creo que tanta gente perdió su tiempo con esta discusion acerca del Código da Vinci. És solamente un best seller como otro qualquier...
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