"La inteligencia militar es una contradicción de términos", pronunció una vez Groucho Marx. Talvez por carecer de ella, los militares han optado por la sonoridad y han bautizado uno de sus departamentos de 'inteligencia'. Permítanme citar tres antónimos de esta circunstancia. El 27 de julio de 1956 la impericia del piloto estrelló un B-47 contra un depósito en que dormían acechantes tres bombas nucleares. La deflagración podría haberlas activado, y con ellas habría desaparecido el este de Inglaterra.
En otro ejemplo, los Estados Unidos idearon un solícito meandro de códigos para evitar que los misiles nucleares obraran por el comando de un simple botón. Para que nadie pudiera olvidar el inaccesible lenguaje, prescribieron que el secreto contara con extenuantes ocho dígitos: 00000000. Esta dinastía de nulidades fue alterada en 1977 por un acceso menos descifrable. Para bosquejar la tercera circunstancia, traduciré la nota que encontré en la revista 'Mundo estranho' del mes de abril: "En 1961, un bombardero B-52 sobrevolaba Carolina del Norte cuando constató una avería. Como consecuencia, se incendió, explotó y soltó dos bombas nucleares que no detonaron porque no estaban armadas. Una de ellas cayó sobre un campo, mientras la otra fue a parar a 45 m en un pantano del que nunca se pudo recuperar. En 1968, otro B-52 portaba cuatro artefactos atómicos y cayó en Groenlandia. Se hallaron tres bombas. La cuarta continúa perdida". A estas hazañas marciales hay que añadir el total de las guerras, el imperativo de la obediencia incontestable, la censura, la tortura, los golpes de estado, como el que trucidó a mi país.
Agregaré una muestra más de la cartografía cerebral de los militares. Ya instalado Pinochet, uno de sus esbirros prohibió la divulgación de El violinista en el tejado, una obra asaz peligrosa porque se ambienta en Rusia.
Los militares son tipos isósceles, que ejercen con extraño orgullo un inmejorable desdén a la razón. Hay un libro llamado "La Inteligencia Militar". He olvidado la fecha de su publicación y el nombre de su autor, pero no he olvidado que la integridad de sus páginas están en blanco.
sexta-feira, 2 de maio de 2008
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