Cierta vez compré un disco que traía un concierto para flauta de Federico II, el rey músico. Lo secundaban otros autores, todos confesadamente solicitados por mi ignorancia. Dos de ellos, Hasse y Quantz, me resultaron magníficos, inolvidables. A modo de indulto, diré que los especialistas que conozco tampoco saben de sus nombres. Con el tiempo he tratado premiosamente de corregir esta laguna. La búsqueda, el generoso azar, que muchos insisten en llamar dios, me regaló con una declaración del propio Hasse. Se dice que tras presenciar la ópera ASCANIO IN ALBA, de Mozart, el músico exclamó: Seremos todos relegados al olvido debido a este muchacho.
El tiempo fue solidario con su impresión. Hoy, Hasse y Quantz no son músicos poco conocidos por su talento sino por esa especie de sombra que suelen emitir los hombres extraordinarios sobre sus congéneres.
Hasse debió lamentar haber sido cotemporáneo de Mozart. No sé si Quantz participó de este sentimiento.
A mí me resta denunciar la franciscana y aun titubeante divulgación de su espléndido opus.
quinta-feira, 29 de maio de 2008
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