Creo que la poesía puede segmentarse en dos vastas líneas: la poesía de evocación y la de conceptos. Esta bifurcación no las torna incompatibles. Verlaine amonedó esas direcciones en esta espléndida frase: "la poesía es el desarrollo de una exclamación".
Góngora fue un poeta de conceptos fértiles. Quisiera hacer un breve comentario sobre esta meditación suya: 'El sueño: autor de representaciones en su teatro de viento armado, sombras suele vestir, de bulto bello'. Pues bien, de aquí se infiere que lo soñado ocurre en un teatro lábil, y Borges, colmado de poesía, interpreta que al soñar somos el autor, el escenario, la trama y los personajes.
Me atrevo a discrepar de esta aserción. Cuando soñamos no sentimos que representamos algo: sentimos que somos efectivamente ese insospechado algo. La eventualidad nos puede deparar la encarnación de personajes, de vuelos, de tiempos, pero en ningún momento sentimos (no digo pensamos) que aquello difiere de lo que somos o imaginamos ser. Creo que eso explica el poder aterrador que detenta una pesadilla. El sueño es el único momento en que nos es lícito e impune ser Hamlet, Medea, avistar el arribo de Almagro o transitar por las lúcidas calles de Reykjavik.
quarta-feira, 28 de maio de 2008
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