quarta-feira, 30 de abril de 2008

La longevidad según Cicerón

Jorge Manrique, que debe la totalidad de su brillo a unas pocas páginas, pensó que había tres formas de vida: esta, la trascendental (para quien profesa alguna fe), y la de la fama. Uno de los versos de sus coplas se ha tornado lugar común, y quizás se ha desgastado en el premioso comercio verbal: cualquier tiempo pasado fue mejor. Quienes lo pronuncian añaden tono de nostalgia, cuando no de inescondido pesar. Ese verso, de exiguas y definitivas palabras, diverge del análisis que Cicerón hace de la vejez. Para él, la añoranza de los tiempos idos conduce a la angustia y a la desazón. Cada edad tiene sus atributos, y junto con diagnosticarlos es necesario vivirlos a plenitud y conciencia.
Creo que ambos juicios participan de la verdad.
Poseemos el arbitrio de ejercer una senectud magnífica, como la de Oscar Niemayer o una vejez deslavada como la de mi vecino, Seu Neguinho, un señor jubilado que dilacera mañanas y tardes en paseos definidos y estériles. Lo veo siempre sentado en el jardín de su casa, ansiando que el día no se dilate para acostarse pronto y no pensar. La longevidad puede usar el tiempo o malgastarlo.
A todos nos ha sido dada la libertad de obrar como Niemayer o Seu Neguinho. La calidad de la vejez depende del acierto de nuestro albedrío.

domingo, 27 de abril de 2008

El estridentismo

Como tantas otras cosas, Borges me enseñó que más o menos a inicios del siglo pasado se fraguó un movimiento literario de nombre bastante entre comillable: el estridentismo. Se trata de uno de los muchos consorcios artísticos que cuajaron bajo el catálogo de las vanguardias: futurismo, creacionismo, dadaísmo... La pesadez del sufijo no siempre coincidió con la pesasez de las obras. A propósito del mentor del estridentismo, Manuel Maples Arce, Borges cita uno de sus versos, que yo quisiera recuperar por su imagen y sus probabilidades de expansión: 'Y en todos los periódicos se ha suicidado un tísico'. Es la idea de que en cada uno de los ejemplares de un periódico vive la misma entidad, propalada definidamente. Si trocamos el ´tísico' por una figura más personal, daremos con una variación más patética y más bella: 'Y en todos los periódicos te has suicidado tú'. En una carta dirigida a Estela Canto, el propio Borges avizoró una de las posibilidades de esta imagen: 'No sé que le ocurre a Buenos Aires. No hace otra cosa que aludirte, infinitamente'. Mientras Maples Arce restringe la ubicuidad a los ejemplares de un periódico, Borges la expande a un circuito indefinible, como si fuera el dios de Spinoza.
No es retórica aquello de que los mejores descubrimientos operan por el acaso. Yo lo he constatado con el hallazgo de este verso instigador.

quarta-feira, 23 de abril de 2008

La moral de los curas

Durante un tiempo, afortunadamente no muy prolongado, llegué a pensar que los curas eran dignidades intocables. Recuerdo mi desconcierto al ver cómo en películas de la II guerra se los perseguía y ultimaba. Pensaba que agredirlos era dañar a dios. Esa áurea acabó de deslavarse con la premiosa locuacidad que abraza a la realidad chilena. Medina y su amor por la censura es un ejemplo inmejorable. Verlo en el balcón vaticano anunciando la designación del nuevo papa fue ver una alegoría. Remembro, asimismo, las reconvenciones y amenazas que los padres distribuyeron a los diputados que concordaban con la ley de divorcio.
No es extraño que estas incontinencias clericales operen en forma de ciclos. Ahora es otra la figura que apremia. Goic (ignoro si guarda parentesco con don Cedomil) ha denostado en público la voluntad de algunos alcaldes que defienden la entrega gratuita de la píldora del día después. Goic, como tantos y tantos otros, arguye que estas y otras prácticas afines son nefandas porque amenazan a la vida. Como tantos y tantos otros Goic provee argumentos morales sin advertir la inmensa contradicción: su defensa es inmoral. A personas como estas les place más el cumplimiento del dogma que la mera felicidad de las personas y celebran el apego a esa extraña virtud que entienden es el sufrimiento.
Un relato de Woody Allen me cedió una idea. Dice que los astrónomos saben de un planeta deshabitado, distante a seis millones de años-luz de la Tierra llamado Quelm. La temperatura en Quelm ronda los - 1.300 C, carece de gravedad y de oxígeno.
Lo previsible sería comentar que este es el lugar idóneo para el clero católico. No, no iba a comentar eso, aunque lo pensé.
Mis digresiones eran otras. A un lúcido cura le compete abogar por la calidad de la vida, no censurar, no creerse autoridad, comentar a Buñuel y fomentar la extinción definitiva de la iglesia católica.
Pero ya ven, argumentos de este jaez me exponen a que muchos quieran que sea yo quien me vaya a pasar una temporada a Quelm.

domingo, 20 de abril de 2008

La sapiencia femenina

Los griegos creyeron que sus mujeres no podían participar en sus incipientes democracias. Los escandinavos les dieron voz, pero no las eximieron de sus ajetreos domésticos. Tengo entendido que Islandia fue el primer país que escogió ser regido por una mujer. Chile fue el primer país latinoamericano que eligió para su regencia una mujer por mérito y no por filiación matrimonial. Sospecho que las armas nucleares serían inconcebibles en un mundo administrado por mujeres. Mi esposa me ha hecho ver que lo que yo gastaba en fe de erratas se podía superar entrando al comando pertinente de edición de entradas.
Mi talento informático es ecuacional a mis atributos futbolísticos.
No sé qué haría sin mi esposa.

Los libros no son piezas inmóviles

64 ediciones, más de un millón de ejemplares vendidos. Para Chile esos números son una proeza, y quien la cumplió fue el historiador Walterio Millar. Recuerdo que de niño me demoraba horrorizado en la página 91 de su Historia de Chile, que reproducía el espantoso suplicio de Galvarino. La imagen pobló mi memoria infantil de pavor por mucho tiempo. Yo me pregunto, ¿no pensó Millar en el daño que imprimiría esa ilustración? A mis casi 42 años la he vuelto a enfrentar. El miedo de antiguo finalmente cedió.
Los libros no son piezas inmóviles. El libro ni siquiera equivale al lector. El libro equivale minuciosamente a la edad del lector.
La historia de Millar es un manual, pero en su concisión no se abstiene de la adjetivación presuntuosa. Le preocupa que el chileno que transite sus páginas (el niño que transite sus páginas) adquiera el amor por Chile. Huidobro previó que el adjetivo puede matar. Yo agregaría que un simple adjetivo puede también desfigurar. En el episodio en que habla de Colón aduce: 'Aquel luminoso día del 12 de octubre de 1492 pudo ver Colón que había llegado a una isla'. Poco le importa que esa luminosidad no se haya extendido a las poblaciones aborígenes. Millar escribe como europeo e incurre en el perjuicio de atribuir méritos a las embestidas militares.
En poco más de un párrafo incurre en dos lamentables dislates. En la página 332 osa decir: 'Los paros gremiales prolongados, el desabastecimiento, las 'colas', y el mercado negro, provocaban un clamor público que los soldados de la Patria no podían dejar de oír'. Millar prefiere ignorar que el golpe del 73 no fue una obra altruista, sino la arremetida de una facción que optó por la violencia para recuperar sus prebendas.
Don Walterio Millar falleció en 1978. Colaboradores anónimos (uso el plural porque desconozco quién lo hizo) agregaron apéndices que aluden al golpe de estado y a los gobiernos que lo sucedieron. Escribieron: 'Allende no se acogió a las garantías de seguridad personal ofrecidas'. Los agregados atarearon mucho a los colaboradores pues obviaron la conocida orden proferida por Pinochet a Carvajal: 'Entonces hay que estar listo para actuar sobre él. Más vale matar la perra y se acaba la leva, viejo'. Los herederos de don Walterio no pueden abogar ignorancia de ese comentario, porque la última edición de su historia data del 2000, y el libro de Patricio Verdugo, donde consta la transcripción del refinado lenguaje del nuevo zar, fue impreso en 1998.
Hay ciertas evidencias que Millar no entendió: la patria es una abstracción, queremos que sea algo concreto, pero solo damos con individuos y símbolos, que suelen denigrar a fetiches. El amor a la patria es, pues, el amor y el respeto a los individuos. Eso es imposible en alguien que propugna que es lícito que el Estado persiga y asesine a personas para erguir un país.
Una última aserción: hablando de Valdivia, en la página 71 enseña: '(...) y resolvió tentar una segunda expedición a este austral país'. Ahora Millar inadvierte que en aquella época Chile no era un país sino un territorio (Parra escribió esa sospecha en un poema).
Sigo leyendo la historia de Millar. Mis años la han situado a la altura de lo que es: una curiosidad superada.

Me están castigando

Anteriormente mencioné a las iglesias católicas de Ucrania y Armenia, cuando en realidad debería haber dicho Ucrania y el Libano. Esta ha sido una advertencia de Benedicto XVI. Luego, en entrada anterior cité a Steicher, cuando en realidad el deleznable calvo respondía al nómine de Streicher. La advertencia proviene ahora del contingente de la doble s. Como ven, las almas de los aludidos están atareadas con la corrección de los nombres. Esa es la ventaja de los dualistas, que tienen a mano siempre explicaciones de este tipo y desdeñan algo tan prosaico como atribuir estos deslices a las coincidencias.

sábado, 19 de abril de 2008

La cima y la sima de Germania

Beethoven, Mozart, Fassbinder, Goethe, Quantz, Einstein, Dürer, Grünewald, C.P.E.Bach, J.S.Bach, Freud, Mendel, Lichtenberg, Hegel, Nietszche, Händel, Pachelbel, J.C.Bach, Hasse, Brecht, Witz, Luxemburgo, Gutemberg, F.J.Hayd, M. Haydn, Herzog, Kinski, Schygulla...


Kaltenbrunner, Heydrich, Hitler, Göring, Goebbels, Mengele, I. Koch, Hess, Höss, Frank, von Ribbentrop, Barbie, Eichmann, Himmler, Dirlewanger, Bormann, Kramer, Steicher, Klein, Grese...


La cima y la sima de Germania.

sexta-feira, 18 de abril de 2008

Nueva fe de errata

En la entrada anterior escribí 'podofilia' en lugar de 'pedofilia'. Mis excusas, pues el comentario no tiene nada que ver con el amor a los pies.

El Papa en EE.UU

Aprovechando su viaje a un país extrañamente cristiano, el Papa ha lamentado las prácticas de podofilia que erosionan al clero y se ha enternecido con las víctimas.
Algunos no han tardado en pronunciar el celibato como uno de los principales gatillos de esta felonía. Las iglesias católicas de Ucrania y de Armenia desestimaron el celibato, que el catolicismo atribuye a una necesidad propugnada por Jesús, por un motivo obvio: hiere la naturaleza humana. En sus dogmas, la iglesia romana aduce sin cortapisas ni comentarios el respeto a la vida. Que yo sepa nunca ha mencionado el respeto a la calidad de la vida. Es secundario que alguien sufra pues lo importante es que viva. La iglesia romana declara que en las células embrionarias hay alma, y que es potencialmente un ser humano, pero dios no vacila un instante en promover ingentes cantidades de abortos espontáneos. Voy a adscribirme a la cabeza de los teólogos: el celibato impide que el hombre procrea, de donde se colige que el sacerdote es un individuo voluntariamente estéril, siendo estéril no da hijos, en consecuencia, el celibato es una variante, algo retorcida reconozco, del aborto. Me baso en la etimologóía, pues aborto significa no nacido. Peor aun, el celibato cercena el deseo de generar hijos.
Leí en algún lugar que el actual papa defendió el remoto juicio contra Galileo. Frente a estas evidencias no me caben más comentarios. Cuando padezco de estas realidades me entran ganas de leer a Sade.

sexta-feira, 11 de abril de 2008

Fe de errata

En un comentario anterior aludí al libro de Musil El hombre sin atributos. Pero en la entrada figura como Un hombre sin atributos, con artículo indefinido. El primer contacto que tuve con Musil fue con el libro Opinión, que transité con 18 años. No he vuelto a ver ese ejemplar. Mi memoria porfía en no aclarar si al largo relato central lo secundaban piezas menores. Recuerdo que como trama poco ocurría, era más bien una detenida descripción sobre una escena doméstica. La traducción no fue funcional , porque quedé encantado con la prosa. Muchos años después, frente a ningún pelotón de fusilamiento, abordé El joven Törless, que es una metáfora del nazismo.
Pese a los antecedentes, pese a mi aprecio por Musil, erré en el título de su obra capital, aun contando con un ejemplar frente a mí. Esta es una secuela del tema que perpetré en mi disertación de magíster. En ella analicé con rebatible gloria el artículo definido en español. Me guió una señora de ascendencia nipónica que se empeñaba en rebasar mi estudio de variopintas teorías y conceptos.
La lingüística se mueve en una área ajedrezada. Musil, no. De ahí el grato recuerdo que me provoca el nervio de su prosa .

quinta-feira, 10 de abril de 2008

¿Qué será ahora de Virgilio?

Entre otras muchas y bien conocida cualidades, Virgilio fue un hombre servicial. Al menos esa es la fama que perpetuó Dante. Virgilio salió del Limbo, que era antesala del Infierno, para acompañarlo por el macabro intinerario. Pero ahora una premiosa comisión teológica, avalada por el Papa, concluyó que el Limbo en verdad no existe. De hoy en adelante los bebés y los no bautizados pueden respirar tranquilos porque por edicto de la iglesia de Roma ya no se van al Infierno, como quería San Agustín, sino que pasan directamente a manos de Dios, que bien sabrá qué hacer con sus almas. El poder de los teólogos es vertiginoso. Lo que nunca fue doctrina de la iglesia, ahora se elimina tras meses de deliberaciones exhaustivas, apoyados en pruebas incontestables, porque a fin de cuentas la fe es la quintaesencia de las pruebas. Yo admiro ese poder de especulación de la iglesia. Pero ahora me preocupa el devenir del alma de Virgilio.
Dante habría tenido que modificar el cuarto canto de su Comedia.

segunda-feira, 7 de abril de 2008

Los creacionistas

Aplicaré un silogismo. Dawlin Ureña es un pastor. Los pastores enseñan. Quien enseña es inteligente. Ergo: el pastor Dawlin Ureña es inteligente.
Creo que hay algo de inadecuado en la aplicación de los silogismos. Nuestra lógica, y también nuestra esperanza, nos quieren convencer de que los 'ergos' son irrebatibles. Pero la realidad, que es terca y constante, insiste en orear evidencias beligerantes.
El pastor Ureña recusa la idea de que haya habido evolución en la tierra. Me han dicho que no, pero tal vez no sean tan pocas las personas que están convencidas del Hexaemerón, de la existencia física del Paraíso, de la historicidad de Caín, Adán o Noé. Yo preferiría apostar que estas piadosas gentes nunca supieron de Prometeo (con muchas más luces que Adán) o de Utnapistin. Si para los creacionistas esa es la verdad, entonces me es lícita la veneración a Gilgamesh.
Los creacionistas no titubearían en afirmar que el verde de las plantas deriva de un proceso que no es la fotosíntesis.
Dawlin Ureña cita con la misma propiedad a científicos y a libros de la Escritura. Es, por lo tanto, una persona culta. Entre sus observaciones consta está interrogante: ¿Dónde introdujo Noé a un dinosaurio que pesaba 200.00 libras? Esta inquietación pastoral me otorga autoridad para inquirir esta otra duda: ¿cuál era el número exacto de plumas de los cuervos de Wotan?
Yo he dialogado con creacionistas. Su charla es preciosa, especialmente durante los períodos de desertificación creativa.
Pese a su valor, yo prefiero quedarme con el creacionismo de Huidobro.

domingo, 6 de abril de 2008

Por qué no terminar de leer un libro

Yo no sé cómo me nació la disciplina, pero cierto día descubrí que nunca había interrumpido la lectura de un libro. Entonces recordé los episodios fastidiosos, las páginas trémulas, las tramas incomprensibles que yo voluntariamente me había decidido a digerir. Pero esto último no pasaba de una suposición, porque no es posible digerir una página farragosa. Desde entonces me determiné a interrumpir un libro cuando lo ameritara la falta de atributos o se impusiera el tedio. El primer libro que abandoné fue Vida y opiniones del caballero Tristan Shandy, de Lawrence Sterne. Sé que Sterne preparó el camino de la literatura del siglo XX, sé que es un modelo de ironía y de vanguardia técnica, pero sus méritos, para mí, no se sobreponen a esta evidencia: es un libro temerariamente tedioso. A este fracaso debo añadir la derrota parcial que me impuso Ulises. Joyce, coterráneo de Sterne, ensaya las novedades técnicas de su herencia. Es un libro al que nadie accede de manera virginal. Lo antecede su fama de libro abstruso, disperso. Creo que la mayor dificultad de entrar en él es la de abandonar el hábito de los argumentos que nos legó la literatura del XIX. No abandoné Ulises, pero me abstuve de muchas de sus páginas. Pero creo que esta amputación premeditada no interfirió en el resultado final, pues al clausurarlo comprobé que ciertamente es un libro boscoso y descomunal. Un aburrimiento similiar me lo imprimieron algunas páginas de Paraíso perdido.
Ahora observo que estas aventuras inconclusas o conclusas a medias provienen de la literatura en lengua inglesa. Pero esto no pasa de una coincidencia, pues el mismo riesgo de abandono, en el que no incurrí, me acechó cuando leí Fausto.
En los casos citados, mis desistencias, mi tedio activo y forcejeado se debe a mi preparación deficiente, sin duda. Arribo a mi última desistencia, que atribuyo ahora a la falencia del creador. Se trata de un libro que circuló mucho cuando yo daba clases en los aletargados liceos de Santiago. Siempre rehuí la lectura de Francisco, yo te amo. Reconozco que me interfirió el currículo de Rosasco, uno de los pocos escritores que abrazó a la dictadura. Los años limaron ese prejuicio y lo enfrenté. No sé si lo leí, creo que más bien lo recorrí. A poco andar noté que el lenguaje supuestamente juvenil era matemático y cursi. La historia de un chico urbano que se enamora de una muchacha poco convencional, una circense. Las pocas páginas no impidieron mi tedio casi inaugural. Lamentando las páginas que aún me aguardaban me atreví a solo mordisquear las sucesivas. La lectura aleatoria de párrafos y su final diagnosticable me dejó esta constatación: Rosasco es un escritor oportunista, preocupado de crear un libro adecuado a la política oficial de 'no causar problemas'. Aquí incide el tedio que provoca: su tensión es previsible, no hay nervio, profundidad ni entrega . Es un libro que sigue claramente una fórmula de corrección. Su sintaxis es cuidada, a veces acierta en los adjetivos, pero carece de pasión. Quien lo abandona no lo hace por peso de su originalidad o la incomprensión de su novedad. Quien lo hace sabe que ha atestiguado el peor pecado de un artista: ser anodino.
Tengo en mi biblioteca el inmenso volumen 'Un hombre sin cualidades'. Si sus páginas algún día me derrotan sabré que tengo mucho que aprender.

sexta-feira, 4 de abril de 2008

A propósito de Tennyson

Lord Tennyson concibió un poema que llamó The charge of the light Brigade. En él cita a un batallón de 600 soldados que deben cumplir con la beligerancia sin cuestionar ni razonar nada. ¿Quién podría imputarle homicido a esa gente?, ¿quién podría, años más tarde, enrostrarles crímenes si las guerras están para perpetrar crímenes?. Tennyson entiende que esa violencia comporta heroísmo, y aun sin predicarlo, deja entender que la obediencia absoluta es imprescindible en esta cólera aprendida que es el ejército.
Un abogado, Juan Carlos Manns, en cuyo currículo consta la defensa de los derechos del otrora todopoderoso Manuel Contreras, se ha comprometido con la defensa de los derechos de militares que están siendo procesados por violaciones a los derechos humanos. El argumento de defensa es el llamado 'obediencia debida', que dicta que todo militar debe obedecer sin contrariedades las órdenes superiores. Es la justificación que alegaron los grisáceos Eichmann y Höss. Un ejército debe su cohesión, atributo imprescindible en una guerra, a la obediencia de sus estratos. Cuestionar, desobedecer, son crímenes en la jerarquizada polis marcial.
En mi país, recuerdo, muchos adherían a las filas para hacer una carrera. Para muchos padres, el ejército era la oportunidad para enderezar la vida de sus hijos. Puedo entender esta opción, pero la zozobra económica no es un atenuante para justificar al que actúa en conciencia. No se espera que un padre católico lamente el celibato porque antes de asumirlo ya sabe lo que deja.
Un candidato sabe que al entrar al ejército no deberá cuestionar y que su capacidad de reflexión menguará conforme los grados. Queda, empero, el caso de los conscriptos obligados a alistarse. Esta es una categoria triste y solo cabe en países de barbarie disimulada. Yo pude ser uno de esos cabos. Yo pude haber padecido las prácticas de cuartel, pude haber conocido de cerca una estupidez de inmejorable calidad.
Se me ha presentado casi una disyuntiva: ¿sería yo capaz de defender a alguien tan deleznable como un militar? Pero he corregido a tiempo este dilema. Solo abogaría, y en circunstancias claramente indagadas y esclarecidas, a los que no tuvieron más remedio que alistarse.
Tennyson admira el brío del batallón. Yo prefiero perpetuar mi admiración por Costa Rica y por Islandia.