La fuerza de la costumbre impone que me presente como profesor, pero antes de ceder a esta insuperada tradición prefiero rectificarla y desvelarme como lo que verdaderamente soy y siento. La vocación, enseña la etimología, es una llamada. A lo largo de los años uno puede candorosamente preguntarse quién nos llama y constatar que las respuestas oscilan desde el pudor religioso, que argumentará que dios es quien nos traza las circunstancias, a la declaración de que es uno mismo quien llama. Pero la confirmación de este clamor adolece de la imprevisión del tiempo. He conocido personas que han desembocado en oficios muy diversos de los que buscaban, mientras otras ni siquiera han logrado acertar con su íntima intuición. Tras veinte años de docencia finalmente he optado por renunciar al aula porque no sirvo para persuadir. Su lugar lo he confiado íntegra y disciplinadamente al oficio literario. Pero para ejercerlo no hay nada más pernicioso, no hay erosión mejor que el ostracismo y el silencio. De esta convicción nació la idea de compartir con ustedes mediante esta inusitada y espléndida vía mis preocupaciones, obsesiones, miedos e indagaciones bajo la forma de una página escrita. El curso de los años me ha demostrado con énfasis que todo cuanto uno escribe va impregnado de experiencias. Poco importa que se trate de un ensayo objetivo o de una ambulación por fantasías imposibles. No hay una página, una línea que no porte algo de lo que uno es. El escritor se traslada por sus temas, por la predilección de algún adjetivo, por el vuelo o el calabozo que le imprime a su sintaxis. Me gustan todas las artes, la historia, (no sé si la sicología), la filosofía, el frío y la cultura de los escandinavos, El Quijote desprovisto de las novelas intercaladas, la poesía que elucida, no la que narra, casi toda la obra de Pasolini, todo Woody Allen, las tragedias griegas, las mitologías, la pintura de Turner y de mi padre, esos lugares de Santiago que al reverlos sé que no los he dejado, me gusta el teatro de Strindberg y el de Moliere, ‘ Los tres chiflados’ y todo lo que hizo Chaplin, me gusta Huidobro y de Rocka, el barroco de los alemanes, el rock y el jazz, aprecio un buen asado y esa especie de muerte que es la madrugada, me gustan los idiomas, el islandés, que alguna vez leeré sin nunca hablarlo, me gusta Chile, su insistencia en ser siempre Chile, añoro el aire salino de la costa, el fin de las dictaduras y el ocaso de los dictadores, el sabor del vino, la comida compartida, mi familia, la charla distendida con mis buenos amigos. Espero sincera y esperanzadamente que mis experiencias animen muchos comentarios.
Escritor chileno que actualmente vive en Brasil con una pequeña e irrepetible familia. Mi esposa y mis dos hijas son un aliciente diario. Mi familia de Chile me permite entender mejor quién soy.
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