Aprovechando su viaje a un país extrañamente cristiano, el Papa ha lamentado las prácticas de podofilia que erosionan al clero y se ha enternecido con las víctimas.
Algunos no han tardado en pronunciar el celibato como uno de los principales gatillos de esta felonía. Las iglesias católicas de Ucrania y de Armenia desestimaron el celibato, que el catolicismo atribuye a una necesidad propugnada por Jesús, por un motivo obvio: hiere la naturaleza humana. En sus dogmas, la iglesia romana aduce sin cortapisas ni comentarios el respeto a la vida. Que yo sepa nunca ha mencionado el respeto a la calidad de la vida. Es secundario que alguien sufra pues lo importante es que viva. La iglesia romana declara que en las células embrionarias hay alma, y que es potencialmente un ser humano, pero dios no vacila un instante en promover ingentes cantidades de abortos espontáneos. Voy a adscribirme a la cabeza de los teólogos: el celibato impide que el hombre procrea, de donde se colige que el sacerdote es un individuo voluntariamente estéril, siendo estéril no da hijos, en consecuencia, el celibato es una variante, algo retorcida reconozco, del aborto. Me baso en la etimologóía, pues aborto significa no nacido. Peor aun, el celibato cercena el deseo de generar hijos.
Leí en algún lugar que el actual papa defendió el remoto juicio contra Galileo. Frente a estas evidencias no me caben más comentarios. Cuando padezco de estas realidades me entran ganas de leer a Sade.
sexta-feira, 18 de abril de 2008
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