segunda-feira, 7 de abril de 2008

Los creacionistas

Aplicaré un silogismo. Dawlin Ureña es un pastor. Los pastores enseñan. Quien enseña es inteligente. Ergo: el pastor Dawlin Ureña es inteligente.
Creo que hay algo de inadecuado en la aplicación de los silogismos. Nuestra lógica, y también nuestra esperanza, nos quieren convencer de que los 'ergos' son irrebatibles. Pero la realidad, que es terca y constante, insiste en orear evidencias beligerantes.
El pastor Ureña recusa la idea de que haya habido evolución en la tierra. Me han dicho que no, pero tal vez no sean tan pocas las personas que están convencidas del Hexaemerón, de la existencia física del Paraíso, de la historicidad de Caín, Adán o Noé. Yo preferiría apostar que estas piadosas gentes nunca supieron de Prometeo (con muchas más luces que Adán) o de Utnapistin. Si para los creacionistas esa es la verdad, entonces me es lícita la veneración a Gilgamesh.
Los creacionistas no titubearían en afirmar que el verde de las plantas deriva de un proceso que no es la fotosíntesis.
Dawlin Ureña cita con la misma propiedad a científicos y a libros de la Escritura. Es, por lo tanto, una persona culta. Entre sus observaciones consta está interrogante: ¿Dónde introdujo Noé a un dinosaurio que pesaba 200.00 libras? Esta inquietación pastoral me otorga autoridad para inquirir esta otra duda: ¿cuál era el número exacto de plumas de los cuervos de Wotan?
Yo he dialogado con creacionistas. Su charla es preciosa, especialmente durante los períodos de desertificación creativa.
Pese a su valor, yo prefiero quedarme con el creacionismo de Huidobro.

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