Jorge Manrique, que debe la totalidad de su brillo a unas pocas páginas, pensó que había tres formas de vida: esta, la trascendental (para quien profesa alguna fe), y la de la fama. Uno de los versos de sus coplas se ha tornado lugar común, y quizás se ha desgastado en el premioso comercio verbal: cualquier tiempo pasado fue mejor. Quienes lo pronuncian añaden tono de nostalgia, cuando no de inescondido pesar. Ese verso, de exiguas y definitivas palabras, diverge del análisis que Cicerón hace de la vejez. Para él, la añoranza de los tiempos idos conduce a la angustia y a la desazón. Cada edad tiene sus atributos, y junto con diagnosticarlos es necesario vivirlos a plenitud y conciencia.
Creo que ambos juicios participan de la verdad.
Poseemos el arbitrio de ejercer una senectud magnífica, como la de Oscar Niemayer o una vejez deslavada como la de mi vecino, Seu Neguinho, un señor jubilado que dilacera mañanas y tardes en paseos definidos y estériles. Lo veo siempre sentado en el jardín de su casa, ansiando que el día no se dilate para acostarse pronto y no pensar. La longevidad puede usar el tiempo o malgastarlo.
A todos nos ha sido dada la libertad de obrar como Niemayer o Seu Neguinho. La calidad de la vejez depende del acierto de nuestro albedrío.
quarta-feira, 30 de abril de 2008
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Um comentário:
He caído en tu blog por casualidad buscando una carta que Borges le escribiera a Estela Canto y debo reconocer que me ha gustado mucho. Compartimos la misma 'llamada'hacia las letras.
Ha sido un gusto.
Petra
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